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Bendito placer mental



El poder de la palabra es increíble. De solo articular ciertas frases ya sentimos placer mental. En mi adolescencia era el "todo pasa por algo"; repetirlo cual mantra me ayudó a sobrellevar el corte con mi primer amor. Me sirvió para autoconvencerme de que "era mejor así"... hasta que una amiga me hizo la salvedad de que "si siempre todo pasara por algo no pasarían cosas feas y la humanidad sería mucho más feliz". No sé si ella era muy cínica o yo muy ingenua; quizás cada una tenía, en parte, algo de razón, pero sí sé que a mí el "todo pasa por algo" (primo hermano de "lo que sucede, conviene") me daba paz mental. En los viajes amo repetir el "no somos pobres" que una vez mi hermana pronunció a los gritos, harta de acarrear valijas con ruedas rotas en plena hora pico del subte londinense. Su frase nos habilitó el placer de tomarnos un taxi sin sentir ni un ápice de culpa y la repetimos hasta hoy, cada vez que nos queremos dar un permitido o guilty pleasure, sobre todo al viajar. El "pare de sufrir", famoso gracias a iglesias cristianas generalmente encabezadas por ministros portugueses que predican por la radio, lo aplico en cada aspecto de mi vida. ¿Te aburrió la obra que estabas viendo en el teatro? Escapate de la sala. Pare de sufrir. ¿Te dio flaca ir al gimnasio y preferís juntarte al té con amigas? Service otro muffin. Pare de sufrir. ¿Hace frío y el cumpleaños es al aire libre? Quedate emponchada con Netflix. Pare de sufrir. Y hoy que soy madre, descubrí una nueva frase que me regala infinito placer mental...: "Todo no se puede". Justo yo, que siempre fui voraz, hoy disfruto de permitirme dejar cosas de lado. Me repito que "todo no se puede" y siento las endorfinas recorrerme la espalda. ¿Entregar notas freelance a tiempo, dar de mamar, actualizar Rosie’s Tips e ir a visitar a mi abuela, todo con el bebe a cuestas, sonrisa de oreja a oreja, las raíces bien teñidas y después volver a casa para esperar a marido con la comida caliente, casera y gluten free? Todo no se puede. Qué alivio me da... Hay que elegir. Sacrificar. O, mucho mejor: priorizar. Cambió el orden de prioridades. A veces nos patean el tablero, y está muy bien. {ilustrado x @manezorraquin}


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