Hoy esta cuenta está de luto. Después de tres meses de trabajar y vivir con nosotros, a Meli le tocó volver a su Corrientes natal. No pensaba escribir sobre esto porque para algunos es un tema polémico; he leído a varias criticar a las madres que admiten tener ayuda, y todavía me acuerdo de las caras de desaprobación de algunas amigas cuando les conté que, apenas diera a luz, iba a tener una niñera en casa para darnos una mano. Pero después me dije: no tengo nada que esconder. Si hay algo que existe desde que el mundo es mundo y en casi todas las culturas es la figura de la niñera (¡o hasta de la nodriza!), personas que más bien yo llamaría ángeles de la guarda, sobre todo cuando las madres somos primerizas e inexpertas como yo 🙈 Mucho más que ayudarme a cambiar pañales, bañarlo a Facu, enseñarme a diferenciar entre un llanto por cólicos o por querer dormir, Meli me hizo compañía todas esas horas en que yo estaba aprendiendo los gajes del oficio; en que me dolían los pechos por dar de mamar o en que a mi marido le tocaba viajar por trabajo... Ella estuvo al lado mío cuando todavía me dolía el cuerpo para poder salir a tomar aire o cuando no quería dejar la casa por no haber dormido bien. Fueron horas, días, semanas y meses de charlas y consejos; Meli siempre con una sonrisa y siempre tan cariñosa con todos, especialmente con lo que más quiero en este mundo, que es mi bebe. Escribo esto un poco como oda hacia esa persona tan especial, pero también para decirles que si algún día necesitan una ayuda, Melisa y sus hermanas (que también trabajan de niñeras) son unas reinas. Suertudo el que las tenga en sus vidas. No tengo ninguna vergüenza en admitir que la maternidad me daba pánico. Claro que sin la ayuda de Meli hubiera podido sortear el desafío, pero me gusta pensar en su presencia como un regalo de la vida, o de Dios. Meli, mi querida guardiana: te queremos mucho y te vamos a extrañar.