"Cuando el cielo quiere salvar a alguien, le envía amor" dijo el maestro Lao Tsé. En el sermón de hoy el cura habló del tacto y sus distintos significados. En particular, rescaté su reflexión acerca de cómo los seres humanos necesitamos este sentido. A los recién nacidos, por ejemplo, recibir afecto a través del tacto los salva de posibles enfermedades. Y así nos pasa toda la vida. ¿Acaso un abrazo dado en el momento justo nunca te "salvó"...? La palabra salvar quizás es polémica: hay quienes creen que no venimos a salvar a nadie, que cada quien es responsable de su propia felicidad. Y en parte es así. Porque además, no podemos salvar a aquel que no quiere recibir ayuda. Pero también creo que, como seres humanos, tenemos la responsabilidad de tocar la vida de los otros, o al menos de intentarlo; de hacer nuestro amor tangible, materializarlo, de la forma que nos guste más o nos salga mejor. Estoy segura de que, si te tomás un segundo, vas a reconocer más de un episodio en que el cielo, el universo, la vida, como quieras llamarlo, te envió amor. ¿Nunca te llegó un mensaje, un llamado, una invitación a un encuentro, justo cuando más lo necesitabas? ¿Quizás te surgió un viaje, un nuevo laburo u oportunidad, cuando estabas por tocar fondo? ¿Tal vez una buena noticia, propia o ajena, que te ensanchó el corazón? Podemos pensar que estos espisodios son casualidad, pero yo prefiero pensar que hay algo más. Que la sincronía no es azar. Que hay alguien que nos cuida. Estate atento a esos momentos de la vida cotidiana en que el cielo te manda amor. Y vas a ver que Dios no juega a los dados...