Me entristece ver que se pierde la costumbre de regalar. Entiendo que la economía está complicada, pero para hacer un regalo no hay que gastar una fortuna. Regalar es honrar a la otra persona; celebrar junto con ella momentos importantes, como un cumpleaños o casamiento. Agradecer un gesto o recordarle al otro que pensamos en él. Motivos para regalar hay miles, y al detenernos un segundo para hacer un pequeño regalo, el otro lo recibe como un gesto enorme. ¿Por qué, entonces, no hacerlo más seguido? Siempre admiré a las personas que saben regalar; a quienes detectan justamente eso que al otro le va a sacar una sonrisa y le va a dar como ese calorcito en el corazón. Y no me vengan con que hay gente a la que es difícil regalarle, "porque ya tiene de todo y no necesita nada". ¡No! Una taza, un libro, una vela, una caja de bombones, un vino para compartir, un budín casero, un álbum de fotos, una carta... Todos regalos que llegan al alma sin escalas. Te cuento un secreto, una de mis tantas listas de iPhone se llama "Regalos", y ahí tomo nota de cosas que el otro menciona al pasar que le gustan. Por ejemplo, si mi suegra comenta que ama las cremas de L'Occitane, lo anoto; y, cuando me toca regalarle, saco ideas de ahí... Porque es cierto que a veces pensar qué regalar no nos sale tan fácil. Pero ojo, porque saber aceptar regalos es otro arte en sí. Ya les conté que me cuesta recibir elogios, y con los regalos me pasaba otro tanto. Es como si sintiera culpa de que el otro hubiera tenido que gastar tiempo o plata en un regalo para mí. Hoy, intento bajar la cabeza y, con toda la humildad del mundo, aceptar la generosidad ajena y agradecerla, de corazón. "Dime qué regalas y te diré quien eres", podría decir el dicho. Porque también creo que esa gente que se hace demasiados planteos al respecto, y que tiene tanto prurito en cuanto a regalar, esconde un mambo propio. De mi padre aprendí que todo lo que damos, vuelve... Como le decía una empleada a una amiga cuando esta le hacía un regalo: "Ojalá que te vuelva duplicado...". Linda frase para adoptar ¿no? Y no te olvides nunca de que no importa lo que esté dentro del paquete, sino las manos que lo entregan.