Quienes me conocen saben que nada disfruto tanto como la hora del té. Gran parte se debe a mis queridos hidratos: siempre fui dulcera y amante de esos manjares llamados budines, medialunas y mi predilecto Lemon pie. Pero más allá del banquete que preside la mesa, lo que disfruto es el momento en sí. Porque no hay nada más jugoso que juntarse a chusmear sobre la noche anterior (y ni te cuento si la rumba aún está por venir): al té se sacian ansiedades, se urden ardides y se planean conquistas de amor. Y hablando de amor: el mal del cuore -y cualquier otro mal-, acompañado por juntada al té se transita mejor. Reuniones de trabajo medialuna de por medio tienen un gusto especial. A esa compañera medio densa la digerimos -un poco- más y las juntadas creativas es como que fluyen. Las horas tete a tete con nuestros críos, acompañadas por amigas y alguna infusión, entonces son mucho más amenas... De chica era el Nesquik, con los años me pasé a la lágrima y ahora incorporé el mate. Otro tema que mutó fue la decoración; aunque con servilleta de papel y vajilla descartable el plan lo disfruto igual, admito que la edad me ha puesto más quisquillosa con cómo despliego la mesa 😬. Quizás fueron los viajes a Inglaterra o tanto consumir Instagram 🙈, pero si a la mesa la sirvo con amor, entonces sí: todo el plan es cabal. Mi última adquisición fue esta pava de Smeg, verdadero objeto de culto que desde hace rato tenía entre los sesos. Amo los detalles de alto impacto; el único problema es que ahora necesito la tostadora (y luego vendrá la batidora, después la licuadora, y así 😂). Me costó elegir el color pero creo que este va bien. ¿Qué les parece a ustedes? Me interesa su opinión.