La "palabra del día" de hoy merece ser enfatizada en un post.
Se trata del síndrome del impostor, también conocido como ese miedo al propio éxito. Paso a explicar: así como un impostor es aquel que finge ser alguien que no es para conseguir un objetivo, las personas con síndrome del impostor piensan que no merecen el éxito que han alcanzado y se sienten un fraude. Atribuyen sus logros a la buena suerte y temen: "Algún día, van a descubrir que en verdad los estoy estafando, porque no tengo talento...".
Es un miedo que siempre tuve y que, me enteré después, es común en gente perfeccionista. ¿Lo sentiste alguna vez?
Valga una aclaración: hay una diferencia entre la modestia y el síndrome del impostor. La humildad, el cuestionarnos y empujarnos a ser mejores, son virtudes justas y necesarias. Seguro conocés a alguien que no hace más que elogiarse, y vaya que es molesto... Al menos yo, prefiero pecar de autocrítica que de soberbia.
Pero lo que se trata acá es de no caer en el extremo de no saber recibir elogios, de minimizar nuestros logros, de rechazar ascensos por miedo a no merecerlos o por temer que no vamos a poder cumplir el trabajo.
Lo paradójico es que incluso la gente más aclamada padece de este síndrome. Y si no pregúntenle a Borges, que en un diálogo con Susan Sontag admitió: “A veces pienso que soy una especie de superstición, aunque bastante difundida ahora. Pero en cualquier momento pueden descubrir que soy un impostor; en todo caso, soy un impostor involuntario".
Si alguna vez sentiste esa vocecita en tu cabeza que te quiso boicotear con la idea de que no sos talentoso o capaz, te invito a que te acuerdes de este post y te animes a seguir.