En el podcast que grabamos juntas la semana pasada, @_jackierueda me recomendó un libro: "Shinrin-yoku. El arte japonés de los baños de bosque".
Gracias al libro aprendí el concepto de shinrin-yoku, entendido como la práctica de caminar lentamente entre los bosques, sin apuro, durante una mañana, una tarde o todo un día. Tal como explica su autor, Yoshifumi Miyazaki, cuando se acuñó la frase, la idea era más bien un ejercicio de marketing para atraer turistas a los bosques de Japón; pero desde entonces, tanto el autor como otros científicos empezaron a estudiar los efectos fisiológicos y psicológicos de la naturaleza -y, particularmente, de los bosques-, en la salud humana y su bienestar.
Durante una década de estudios, Miyazaki no obtuvo grandes resultados, hasta que en el año 2000, gracias a los avances de la ciencia y los estudios del cerebro, se pudo acumular muchísima data.
¿El resultado? Está claro que nuestros cuerpos aún reconocen a la naturaleza como nuestro hogar, y si bien shinrin-yoku no sirve para tratar enfermedades, sí tiene efectos preventivos, sobre todo en lo relativo a enfermedades causadas por estrés, además de favorecer nuestro sistema inmune.
No siempre es posible estar cerca de la naturaleza (hola, ¿qué tal? Mandá pandemia al 2020), pero la buena noticia es que científicos de Pennsylvania demostraron que incluso la vista de árboles desde la ventana de tu departamento puede tener efectos benéficos para la salud.
"El árbol que mueve algunos a lágrimas de felicidad,
en la mirada de otros no es más que un objeto verde
que se interpone en el camino.
Algunas personas ven la Naturaleza como algo ridículo y deforme,
y algunos pocos no ven en la naturaleza nada en especial.
Pero para los ojos de la persona de Imaginación,
la Naturaleza es la Imaginación misma".
William Blake
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