Nos dicen que hay que visualizar para crear. Que si lo pedís, lo tenés. Que lo que soñás, podés lograr.
Y en parte creo todo eso.
En parte, te lo he dicho yo también.
Pero hay momentos en que pido y pido y no se cumple. Momentos en que hago todos los deberes y lo que tanto anhelo, no se me da. En que lo medito, lo rezo, lo suelto al universo y a todos los dioses del Olimpo y... no pasa naranja.
Y entonces me consuelo con que "no tenía que ser", con que "todo pasa por algo" y que "algo mejor está por venir".
Y en parte creo todo eso.
En parte, te lo he dicho yo también.
Pero hay momentos en que me frustro, en que me enojo, en que quiero llorar y patalear, en que me angustia saber que hice todo para lograrlo y que, igual, no se me dio. En que me vence la ansiedad, en que me da miedo que aquello que tanto quiero y por lo que tanto luché no llegue jamás. En que me sumo en la angustia del "¿por qué (no) a mí?".
Somos humanos y, a mi entender, ambas partes de la ecuación están -o nos deberían estar- permitidas. Banco visualizar para manifestar, pero también banco la frustración de sentir que a todo el mundo se le da, menos a vos.
Estoy segura de que este enojo, de que este miedo y angustia serán pasajeros, pero si hacemos como si fuéramos de piedra, estaríamos amigándonos con solo una cara de la luna. Admiro a la gente templada que confía, de corazón, que el día de mañana todo llegará. Me esfuerzo por llegar al mismo punto pero tantas veces flaqueo en este afán...
Quizás vivir sea esto. El eterno esfuerzo por soltar el control. Y confiar.
Y en esta obsesión por ser "la alumna 10" de la escuela de la vida y hacer todos los deberes para manifestar lo que queremos, hay otro peligro real y tangible: forzarla y pasarnos de energía.
Sé que a veces es más fácil decirlo que hacerlo, pero si te sirve el consejo, lo mejor que te puede pasar es dejar que fluya. CONFIAR, de corazón.
Pedí (si te sirve, escribilo), soltá y CONFIÁ. Y abrazá lo que la vida te devuelve. No la encorsetemos, privándola de sorprendernos, de darnos lo que ni se nos había ocurrido pedir. Porque ya lo dijo el Dalai Lama. A veces, no conseguir lo que queremos es, en sí mismo, una bendición.
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